Un Plato de Comida para Reflexionar
El tracto digestivo, una maravilla mecánica y química de 9 metros de longitud, convierte los 1 o 2 kilos de comida que consumimos cada día en nosotros mismos, además de los desechos eliminados. Aunque la mayoría de nosotros piensa en el estómago y los intestinos, y quizás en el páncreas y la vesícula biliar cuando se trata de la digestión, en realidad, este increíble proceso, aunque a menudo subestimado, comienza en la cabeza. Cuando PENSAMOS en nuestra comida, iniciamos la secreción de jugos digestivos que facilitan su descomposición en el estómago. Por eso es fundamental prestar atención a nuestras comidas mientras las estamos comiendo. Comer sin pensar no solo impide el proceso digestivo, dificultando la descomposición de lo que ingerimos, sino que, igualmente importante, al estar ajenos a lo que comemos, perdemos las señales de saciedad que pueden resultar en una ingesta excesiva de alimentos. La cabeza alberga otro componente clave del sistema digestivo: los dientes. Aunque usar nuestros dientes no es necesariamente algo que tengamos que aprender, utilizarlos correctamente sí lo es. Cuando se hace de manera efectiva, la masticación ayuda a reducir el estrés en el esófago y mejora el contacto con las enzimas salivales, esencialmente pre-digiere la comida antes de que llegue al estómago. La saliva también contiene amortiguadores que neutralizan los ácidos causantes de caries y mejoran la remineralización del esmalte dental.
Aunque algunos profesionales de la salud recomiendan masticar al menos 32 veces antes de tragar, eso no siempre es necesario. Para obtener los máximos beneficios de la masticación, solo necesitas masticar hasta que la comida haya perdido al menos la mayor parte de su textura antes de tragar.